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Una roseta mala


Por Sergio Álvarez

Un domingo de octubre del año en curso, hubo un problema eléctrico en mi casa. Por obvias razones en este siglo, sin energía eléctrica quedamos inhabilitados para cualquier quehacer; todos nuestros aparatos dependen de la electricidad para cumplir sus funciones, incluyendo el WiFi.


Inmediatamente llamé al electricista, casi con desesperación, pues todas mis labores estaban en “modo avión”. El eléctrico vino a revisar y después de varias horas de buscar por toda la casa, y prácticamente desmantelar todo el cableado, concluyó que todos los cables estaban cruzados y que por esa razón había un bucle.


Un bucle, para los que no saben, es un error que consiste en realizar un ciclo que se repite de forma indefinida, ya que su condición para finalizar nunca se cumple. En el contexto de mi problema eléctrico, la energía que tenía que salir volvía al mismo cable. Resultó que el eléctrico revolvió toda la casa, quitó todos los enchufes, los suiches, y nunca pudo dar con el problema, así que en un descuido se me voló, dejando botado el trabajo y mi casa hecha un caos.


Enojarme en ese momento no resolvería mis problemas. Así que simplemente opté por llamar a otro técnico, y mientras llegaba, me puse almorzar con pan y refresco; Llegada las dos de la tarde, al fin sonó el timbre: el electricista llegó. Se le desorbitaron los ojos al ver el desastre que me había dejado el anterior técnico, pero sin decir nada proseguido. Éste se miraba un poco más formal y más profesional; aun así, en mis adentros pensé: a éste no me le despego ni un segundo, no sea que también se me vuele.

Me envalentoné y me puse a trabajar como su ayudante; estuve siguiéndole como una sombra por más de cuatro largas horas. Y la paciencia, estimados amigos, les confieso que no es mi mayor virtud. Me fumé una cajetilla de cigarros y me comí todas las uñas, pues mi ayuda no le servía de mucho al electricista más que para sacarlo de quicio; cada cosa que él tocaba o movía, yo le hacía la misma pregunta: y eso, ¿para qué es?


Después de horas de trabajo y de estar metido en el techo como un gato alumbrado con un foco de mano, y ya casi por darse por vencido, volteó su mirada hacia lo único que no había revisado: un bombillo que estaba en la roseta del baño. Desde el techo y con voz ahogada por el calor, me pidió que quitara el foco y revisara con un probador de corriente, o por su nombre un téster, la roseta del bombillo, y ¡bingo!, esa roseta estaba mala; eso había originado todo el problema.


Después de cambiar ese insignificante dispositivo, el técnico tuvo que rearmar todo el cableado eléctrico, los enchufes, y las cajas de control. Al fin pude tener tranquilidad, puesto que todo el día estuve tenso por ese problema. Una vez que él hubo finalizado le pregunté que por qué no había revisado esa roseta antes, y de esa forma se hubiera ahorrado todo ese trabajo. Su respuesta fue muy simple; dijo que la única manera de encontrar un problema es buscándolo por todos lados.


Me quedé en silencio y después de que él se fue, me senté frente a mi computador con una reflexión, y es la siguiente: los seres humanos siempre estamos en esa etapa de caos; nos preguntamos, ¿por qué no logramos todo lo que deseamos? o ¿por qué no nos va tan bien como queremos? Esto, en cualquier área de nuestras vidas en la que no alcanzamos ver los resultados anhelados. Es en esos momentos es donde aflora ese narciso que todos llevamos por dentro, y frente al espejo empezamos a murmurar lo grandiosos que somos.


Hacemos un reconteo de todas las atribuciones que tenemos, y cada día nos convencemos más de que merecemos esa estrella que no logramos alcanzar. Y es frustrante, tan frustrante que nos vuelve ciegos y nos convierte en ese bucle, en ese error que se repite de forma indefinida sin remedio ni esperanza; pero en este bucle, no hay técnico que nos asesore, que nos haga salir del error en el que vivimos, muchas veces sin ni siquiera darnos cuenta.


No importa cuanta virtud haya en cada uno de nosotros, siempre seremos como ese problema de electricidad. Podemos tener todos los cables en su lugar, interruptores de marca, pudimos haber sido instalados por el mejor de los electricistas, y, aun así, esa roseta mala es la que al fin y al cabo hará toda la diferencia en nuestras vidas.

Tenemos que ser más como ese electricista, y aprender a escudriñarnos, aunque esto nos obligue a hacer algo de desorden en nuestra casa, en nuestra vida y en nuestro cielo, hasta poder encontrar esa roseta mala y repararla, o mejor aún cambiarla por una nueva. Así podremos ser un poco de luz entre tanta oscuridad. Puedo asegurar que ese sentimiento de desconstruirnos para reencontrarnos y repararnos, es tan grato como este momento, en donde gracias al electricista, que se empeñó en encontrar mi problema y repararlo, pude sentarme aquí a escribiros esto.

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