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  • Foto del escritorEcos

Un Lempira rodando


Por: Euterpe

Dedicado a las mujeres que son arrastradas a ser lo que no quieren ser.


Amigo lector, si me juzga por ser lo que soy, no lo culpo. Soy lo que la sociedad me ha obligado ser. No imaginé, lo que imaginé ser, mi imaginación me imaginaba imaginando solo imaginada. Ser lo que soy no me molesta. Soy lo que soy. Soy producto de la comedia de la vida. ¡Cuántos de ellos ignoran hasta mi nombre! ¡Cuántos me habrán olvidado tan pronto me dejan en una esquina con poca luz! No me juzguen tan ligeramente, no tengo un mal perpetuo e incurable, solo tengo hambre. Cuánto soy objeto de censura, de odio o de maldición. Escucho voces en mi interior diciendo ¡Cómo! ¿Preferís corromperte en el vicio? ¿No te ha persuadido todavía las malas experiencias? Un día, ignoro porque causa, me levanté desconociendo dónde me encontraba, caminé sin rumbo y al pasar cerca de las personas, escuchaba comentarios como “el niño deserto de la escuela”. Y al caminar una esquina más adelante escuché “lo echaron de la casa y no le quisieron fiar y por eso se pego un tiro en la cabeza” y cada camino que recorría escuchaba comentarios lacerados, y cada vez más, y mientras iba cabizbaja pensando en esta tierra, con tanta tragedia que a veces pienso ¡es mejor morir clavada en el madero! Me abraza un pensamiento, ¿Es acaso, importante que el pobre sufra, se degrade y se humille, se agobie y caiga en la consternación? En la meditación más profunda estaba, cuando me encontré un lempira, si un lempira de esos que van de mano en mano, como los políticos tránsfugos, y una como yo… ¿Por qué negarlo? Dije: será de buena o mala suerte. Y mi cabeza empezó a meditar sobre adónde había sido fabricado, y cuanto significa un lempira para el pobre. Y cansada de caminar, de seducir, me senté en un zaguán, apretando con los dedos de mi mano el lempira. Dormí mal, no por la dureza del colchón de piedra, no por el frió, no por el aire porque a eso estaba acostumbrada, pero si porque tenía mucho miedo de soltar el billete, y al ver pasar por la calle la procesión de carros blindados del gobierno, dije ¿porque un lempira en manos del pobre, y de una… como yo, se convierte como en un delito y porque en manos de los ricos, de los políticos es endiabladamente bueno? Y decepcionada de mi suerte, de la suerte del niño que desertó de la escuela, de aquel que se mató, de aquellos que emigraron, de aquella niña que murió por falta de medicinas, saqué de mi sucio bolso un lápiz y escribí en el billete una famosa frase, la que ahora es prohibido escribir. Y lancé el lempira. Y dije, mas ganaré en mi trabajo de noche, con veinte o treinta clientes.

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