top of page
  • Foto del escritorEcos

Cabeza de pájaro


Pintura por Stella Tosi Villamayor (Argentina)


Por: Tatiana Sánchez


“Si me encierran cantaré,

Cantaré

Como un ave con dolor”

He reducido mis capacidades comunicativas casi a cero, en específico el habla. Cada vez que intento -por alguna razón- hablar, se me lengua la traba, los ojos se desorientan y en un escalofrío trato de unir sin sentido las palabras a los pensamientos.


¡He decido no volver a hablar!

Bueno, en realidad no lo he decidido en su totalidad.

A Germán y a su madre no les gusta que yo hable. Dicen provenir de una larga cadena de hombres escogidos para la salvación del mundo y que la mujer –según las sagradas escrituras- no tiene nada valeroso que decir, todo lo que sale de nuestra boca es veneno de víbora


A Germán le gusta que use colorete en las mejillas y un carmesí en los labios. ¡Es horrible, parezco un tucán! mi cintura debe ser fina, siempre debo estar presentable y obedecer a sus deseos.

¡Vaya vida de casada!

De niña siempre olvidaba las cosas: el recado de la tienda, los materiales de la escuela, los números de teléfonos, direcciones, mi propio cumpleaños, etc. Muy seguido recibía palizas de mis padres por tonta y olvidadiza. Decían que yo vivía en la luna. Mis hermanos y compañeros me ponían apodos como: nuez podrida, cerebro de gallina, ardilla de palo verde, entre otros. Para mí no eran tan importantes, había algo dentro mí como una brújula que me guiaría hasta la libertad.


Mis padres, viendo la estupidez que denotaba mi cara, eufemísticamente arreglaron un matrimonio para que yo no quedara como la solterona de la familia, así fui prácticamente comprada por el dote que ofreció Germán: 5 cargas de la mejor leña, jarras de manteca de ballena, 2 mulas y 7 gallinas ponedoras. Los rumores en las calles decían que este dote era demasiado para alguien como yo, que con un burro bastaba para superar mi valor y vacío dentro de esa casa.

La madre de Germán es una señora con un aspecto como de urraca cegatona, tropezando muy a menudo, pero sin dejar de hablar mal de las personas. Igual yo debo obedecerla y con ella sí se me permite hablar -de todas maneras, no lo hago, prefiero quedarme en silencio-.


Ella me repite una y otra vez cómo debo comportarme, cómo cuidar de su hijo, ahora mi marido, cómo lavar su ropa, cómo cocinarle sus platillos preferidos, cómo dejarme usurpar en el acto sexual y mantenerme alejada de las “cosas de los hombres”.


Desde que me casé con Germán, mi vida ha cambiado poco. Los malos tratos son igual o peores. Anoche, por ejemplo, dejé caer una taza de vidrio, se rompió y olvidé recogerlo, cuando Germán se levantó a mitad de la noche, casi dormido y descalzo para tomar un vaso de agua, se hirió los pies y gritaba enfurecido maldiciones a mi nombre, corrí para socorrerlo, pero él me esperaba con un pedazo de vidrio decidido a cortarme la boca para que dejara mi mutismo engendrado.


Corrí como pude a esta habitación para evitar a la bestia. Contemplo despojada y despreocupada mi alrededor. ¡Lo he decidido! ¡Sí! ¡Hoy mismo me largo de aquí, de esta estúpida y legal jaula! ¡Hoy esta cabeza de pájaro va en busca su libertad!



Comments


bottom of page