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Todos somos payasos

De la serie: Todos Somos Payasos

Titulo de la obra: Devela al payaso

Autor: Sergio Alvarez

Tecnica: Obra interactiva, Mixta sobre madera

Dimensiones: 1.20x1.20

Año: 2021

Por: Sergio Álvarez


Todos somos payasos, viviendo en un mundo surreal; pasamos el mayor tiempo de nuestras vidas escondiendo un pasado oscuro, temores, malos pensamientos, ambiciones, sueños que anhelamos se hagan realidad, sentimientos que nos enferman, debilidades que nos hacen cobardes; todo bajo una sonrisa maquillada, para que nuestras vidas parezcan encantadoras ante los demás. Sin duda, nacemos, crecemos y morimos escondidos tras un colorido y pesado maquillaje, que nos pintan la vida misma, las circunstancias, o simplemente el conformismo o la deshonestidad.


Todas las personas son malas, sin excepción. En momentos de su vida, sacan su peor parte o su verdadero rostro a la luz. Los seres humanos son perversos, hipócritas, egoístas y envidiosos; es algo que no pueden evitar, es parte de su naturaleza. El problema está en que fingen, no se muestran como realmente son. Pero, ¿por qué las personas son así? Parte de la naturaleza humana es su imperfección, el cometer errores es parte del proceso del desarrollo personal (aunque no todos crecen a la misma medida). A esto hay que agregar que las malas costumbres de nuestra cultura son difíciles de desarraigar, la mayor parte de lo que decimos es mentira. Ante esto, hay que considerar la necesidad de que el ser humano debe dejar de fingir y se acepte como es.


En una sociedad deshumanizada y enemiga del arte, la cultura y la educación; ingenuamente, muchas personas creen que los artistas son buenos; pero también cabe preguntarse lo siguiente: ¿los artistas también son malos? ¿Los artistas son personas genuinas apegadas a la verdad? Ya sabemos la respuesta. Sin embargo, a veces es necesario alumbrar a quienes tienen poca luz: en varias ocasiones, escuche quejarse a varios amigos, en la mayoría de ellos se notaba por su expresión que estaban heridos, decepcionados, y decían con sus diferentes palabras: “Eso de que los artistas son buenos es mentira, son unos malvados.” No pude evitar sentirme identificado con esa idea, a lo que me respondí a mi mismo ¿Y quién dijo que los artistas son buenos? Son como todas las personas, tampoco son dioses. Ahora me atrevo a decir que no, que los artistas no son personas comunes; mucho peor, son payasos de circos improvisados. Ahora, es necesario dar una explicación e ilustrar, basada en varios estudios sobre la mentira y la naturaleza malvada del ser humano, a quienes también se hayan sorprendido espero no echen espuma por la boca.


Mentir, según como lo señala el Diccionario de la Lengua Española (DLE), es “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree y piensa”; engañar es “dar a la mentira apariencia de verdad; inducir a alguien a tener por cierto lo que no es, valiéndose de palabras y de obras aparentes o fingidas”; fingir es “dar a entender algo que no es cierto, dar existencia ideal a lo que realmente no la tiene”. De tal manera, la mentira es un mensaje o información falsa, el engaño viene a ser una mentira intencionada para persuadir y fingir es la idealización de algo que no es cierto o no existe. De cualquier forma, al mentir, engañar o fingir, se genera una imagen distorsionada de la realidad, se evade o aleja la verdad, se niega la existencia real de las cosas o se oculta su esencia; a su vez que es una forma de controlar y manipular el comportamiento de los demás.


Hay que aceptarlo, todos le hemos mentido a nuestros padres para no ser premiados por las grandes cagadas que hacemos durante nuestra vida; luego vamos a fingir ante nuestras amistades para ser el bufón de ellos, incluso tenemos la caballerosidad de parejas engañar a nuestras parejas para dejarlas bien cogidas y descuartizar su alma como viles criminales. Y vamos al trabajo, a la iglesia, a todos lados, haciendo hermosos performance con nuestra mierda en las manos. Llegamos a apestar tanto, que los demás se empiezan a dar cuenta, pero disimulamos perfectamente poniendo una flor sobre esa mierda.


Una persona puede tener muchos motivos para mentir. Al respecto, Martínez Selva (2005) dice lo siguiente: “En general, se miente por el temor a las consecuencias de que algo se sepa… para culpar a otra persona… no querer asumir responsabilidades… dañar a otro… para ocultar algo… conseguir una ventaja sobre otra persona o para obtener un beneficio que, diciendo la verdad, se duda de poder alcanzar… para ayudar a alguien… halagar, alegrar o intentar hacer felices a los demás… no dañar a los demás… evitar conflictos personales o familiares… no frustrar planes o proyectos propios o de otros… Por otro lado y para muchas personas, ocultar lo que han hecho o mentir sobre ello es una forma simple y directa de proteger su intimidad” (p. 7-8).


Lo cierto es que nuestras mentiras son tan piadosas, que saciamos nuestro buen corazón apuñalando por la espalda a diestra y siniestra. Mentimos para no decir que robamos el dinero, que estafamos al cliente, para que los demás crean que las porquerías que hacemos son arte, para culpar a otro por nuestro mal trabajo y no seamos despedidos por mediocres, para joderle la vida a los demás regando el chisme, con la intención deshojar a la niña inocente y abandonarla cuando tenga nuestras larvas de mosca en su vientre, para que todos crean que no hubo ninguna violación o para ocultar el cadáver, con el objetivo de mandar a la mierda a nuestro compañero y ocupar su puesto en el trabajo y con la novia. Todo porque somos el macho alfa, que tiene la capacidad para lograr lo que quiere con su honesto esfuerzo.


En fin, se teme a las consecuencias de nuestros actos, sean estas consecuencias de tipo económico, laboral o personal; en cuanto más graves, mayor es la motivación de mentir. Tras la mentira, las personas siempre ocultan sus miedos: miedo a una inferioridad ante los demás, a no alcanzar sus objetivos, a ser menos atractivo, al odio y desprecio, a no ser respetado, a perder algo, a ser castigado si se descubre la mentira.


En general, las personas que mienten buscan mantener una buena imagen; causar una buena impresión es parte del engaño, creada mediante información socialmente adecuada sobre sí mismos que es dirigida a los demás. ¡Oh, sí! Siempre andan puesta su máscara, vienen a sentarse a la exposición y su máscara inconmovible jamás delatará la mueca grotesca de que se dibuja en sus rostros de ceño fruncido, hinchados, resecos, sudorosos, llenos de arrugas y canas. ¡Ey! ¿Siente ese olor a drogas y alcohol? No, ¿cuál olor? Bendita sea la máscara que brinda la magia poderosa para “no ser”. ¿Acaso hay algo más auténtico en nosotros que esto?


Cabe señalar que la ambigüedad a la que se presta el lenguaje resulta una herramienta útil para la mentira. Mediante el lenguaje se puede describir la realidad, pero no con precisión, y a su vez puede basarse en la especulación y la fantasía. Entonces, el lenguaje viene a ser un artificio entre el mundo psíquico y el mundo exterior para ocultar la realidad. Ahora, sabiendo esto, no es de extrañarse que nos autodenominemos grandes artistas y con todos los méritos, en un país sumido en la ignorancia. Pero hay que sentirse “orgullosamente catracho” porque es lo mejor que poseemos de nuestra cultura, apoyar al artista, decirle que su trabajo es bonito y tiene talento, basta con eso.


Sin embargo, hay algo importante relativo a este tema: dado que los recuerdos son copias imperfectas de los acontecimientos, fotografías que se desgastan con el paso del tiempo, estos recuerdos nos pueden hacer mentir; de tal manera, podemos contar los hechos no de la forma en que realmente ocurrieron.


Sobre esta modificación de los recuerdos, Martínez Selva (2005) brinda esta explicación: “Cuando las circunstancias en las que se produce un suceso son de tipo emocional intenso, como cuando se es víctima o testigo de un acontecimiento grave, algunos aspectos se graban en la memoria con nitidez, mientras que otros se difuminan o se borran totalmente.” (p. 12). Olvidar inconscientemente los traumas es muy oportuno, así como lo es ocultar conscientemente un pasado oscuro.


Por una parte, las personas tienen un grado de aceptación y rechazo a cuanto se les dice, o bien aceptan todo lo que se les dice para encajar socialmente; antes que la dura realidad, preferimos escuchar cosas dulces del mundo, aquello que nos pueda dar ilusiones y esperanza, aunque no sea cierto. Así mismo, por nuestra vanidad aceptamos halagos y amor; aceptamos cualquier mentira estando enamorados, los celos y el amor posesivo nos hacen creer como ciertas algunas cosas que no han ocurrido; o bien, aceptamos ciegamente ciertas ideas y valores de los cuales es difícil desligarse. Que admirables y dichosas llegan a ser estas personas.


Por otra parte, las personas tratan de hacer que el mundo sea estable y seguro, creen en todo lo que les proporciona eso, aunque no haya pruebas de ser creíble. Cabe señalar que el hemisferio izquierdo del cerebro, más relacionado con el lenguaje, tiende a elaborar explicaciones para cada situación y comportamiento, aunque sean falsas. Lo mismo sucede cuando se toma una decisión, la persona opta por argumentos que expliquen y justifiquen su decisión. En fin, la visión que la persona tiene del mundo es una elaboración de datos, experiencia previa y de la memoria; una imagen acorde a la realidad social. Esta es la hermosa máscara que cubre la fealdad de los payasos.


De esta manera también se explica la tendencia a mentir, tal como lo dice Martínez Selva (2005): “El mentiroso cuenta ya con esta tendencia a creer lo que se dice y tiene una idea formada del efecto que tiene en la mente de una persona lo que dice, lo que no dice y, con menos frecuencia, cómo lo dice. El mentiroso anticipa el comportamiento de su víctima conforme le proporciona o le oculta información.” (p. 15). Pero no solo se trata de esa costumbre de maquillarse; sino también del estado consciente del sujeto para elaborar sus inocentes maquinaciones, esa maldad encarnada en estas santas almas.


No obstante, esta coherencia retorcida del comportamiento humano tiene otra razón de ser. Por una parte, la sociedad no tolera la mentira, disminuye la confianza entre sus ciudadanos, y sus valores morales condenan al mentiroso si es descubierto. Por otra parte, parece tolerar la mentira, aceptándola por normas sociales implícitas, ya sea por educación o para evitar situaciones desagradables (disgustos, problemas, malos entendidos o herir sentimientos). En cambio, decir la verdad en todo momento puede ser muy perjudicial para un sujeto en la sociedad. Por esto, la mentira es parte de la cortesía y la diplomacia, habilidades que se estiman; personas como los artistas, políticos, vendedores, periodistas, psicólogos, abogados y médicos, son los mayores mentirosos. Entre más inteligente sea, poseen más destreza para realizar esta clase de actuación social tan popular en estos tiempos.


Sin embargo, para que la mentira sea aceptada, debe cumplir con ciertas condiciones, tales como tener ingenio y humor, con consecuencias leves, que no perjudique y ofenda. Una de las mentiras más perjudiciales es el rumor, como relato de un hecho de contenido escandaloso, que carece de elaboración y no se puede verificar, cuya intención es dañar la reputación y vida de una persona especifica. La prensa es un medio por el cual se esparcen los rumores; pero, generalmente, los rumores circulan entre estudiantes, empleados, amistades, vecinos y familiares. Por su parte, el chisme tiene una función similar y se distingue por ser una noticia falsa o verdadera; pero que también sirve para socializar y captar la atención del grupo, es decir, para encajar entre el montón. (Martínez Selva, 2005)


Hay que aceptarlo, el ser humano es mentiroso, lo lleva en sus genes, de generación en generación. La mentira es una práctica humana que se remonta a la prehistoria. En el Génesis se habla sobre el mito del pecado original, causado por la mentira de la serpiente; claro está que la figura de la serpiente es una metáfora, puesto que los animales no hablan. Ahora bien, desde el enfoque antropológico, la mentira fue utilizada por los hombres primitivos como parte de las técnicas de caza, ocultándose a la vista de la presa, disfrazándose o camuflándose en el entorno, lo cual supone un conocimiento tecnificado. Cabe señalar el hecho de que el hombre primitivo pudo imitar el comportamiento de los animales, sus métodos para camuflarse ante las presas; a su vez, los hombres se imitaron a sí mismos. De igual manera, este arte del ocultamiento es la base primitiva de la mentira.


Luego, con el surgimiento de las ciudades, sociedades de una estructura social compleja, la historia nos revela cómo se estableció la mentira a la par de la verdad como fundamento de las relaciones sociales. En los mitos de la Antigua Grecia se aprecia como los dioses se mienten entre ellos y a los hombres: igual que los cazadores primitivos, se disfrazan con aspectos animales para engañar. Los invito a que abran un libro de mitología griega y romana para conocer la existencia desenfrenada de estos dioses antropomórficos, tan licenciosos como los artistas nacionales que prácticamente viven en las tabernas de nuestra capital. Como Café Paradiso .


Ahora bien, para saber mentir, es indispensable saber la verdad y saber manipularla. Como acto social, la mentira necesita de un necio que, creyendo que sabe la verdad, la ignora. Puede decirse que la mentira es una función del hombre que le sirve para obtener sus objetos de deseo, tales como el dinero, el placer sexual, el dominio y el poder sobre los otros; si es que por medio de la verdad resulta difícil. A propósito de esto, en una publicación del diario español El País, el periodista Jericó menciona que:


“La frecuencia con la que mentimos y nos mienten es brutal teniendo en cuenta datos objetivos de investigaciones científicas aportadas por Mayer. Cada día nos mienten entre 10 y 200 veces, siendo el mayor número de mentiras con personas que acabamos de conocer. En concreto, mentimos hasta en 3 ocasiones en los 10 primeros minutos de interacción con desconocidos”. (2015)


Con la popularización de la literatura, la mentira se traslada a la escritura como lo que se denomina ficción, otra forma en que se institucionaliza, dentro del arte. En el Diccionario de la Lengua Española, se define la ficción como la “acción y efecto de mentir. Invención, cosa fingida.” Comúnmente, se denomina ficción a toda obra literaria o cinematográfica que narra hechos imaginarios, y lo cierto es que todo el cine y literatura es ficción; aunque estén basadas en hechos históricos, siempre se presta a la imaginación del autor para recrear los hechos, a una elaboración estética que intenta imitar el mundo real y al mismo tiempo se distancia de este. De tal manera, la mentira se convierte en un arte, misma que es utilizada para tergiversar y manipular la historia, los hechos, las leyes, las emociones y creencias, etc.


Durante la época medieval, la mentira institucionalizada por la iglesia católica ejerció un dominio absoluto de la verdad, la verdad divina era incuestionable y cualquier idea que la contradijera era una mentira que se pagaba con el azote, la cárcel, la humillación, la persecución y una muerte sádica. Entre las personas que sobresalieron durante esta época de oscuridad y fueron juzgadas por la Santa Inquisición, se encuentra Galileo Galilei (demostró que la Tierra gira alrededor del Sol), Juana de Arco (desempeñó roles que solo eran ejercidos por hombres, como liderar un ejército, y se vestía como hombre), Giordano Bruno (Determinó que el Sol es una estrella), Jan Hus (apoyó la reforma del clero), Johannes Kepler (desarrolló estudios sobre las orbitas interplanetarias y las velocidades variables de los planetas), Miguel Servet (apoyó la reforma protestante), García de Orta (fue perseguido por sus trabajos de medicina, sus creencias filosóficas y religiosas) y Cayetano Ripoll (condenado por pertenecer a una corriente humanista).


Luego, durante el Renacimiento, la mentira se vuelve una virtud y permea todos los estratos de la sociedad. El mejor ejemplo de ello es El Príncipe de Maquiavelo. En esta obra, se demuestra la funcionalidad y necesidad de la mentira, tanto para el bien del pueblo como para gobernar. Con el tiempo, en una sociedad perspicaz se vuelve necesario elaborar una mentira más compleja, arreglar la situación para mentir y escalar de estrato social, es cuando asciende la burguesía con su mentira económica: el burgués elabora un disfraz para engordar sus bolsillos, la explotación de la mano de obra, y vende su mercancía a un precio más alto de su valor real. Durante el Romanticismo, en una sociedad montada sobre la mentira, se busca disimularla y ocultarla ante la vergüenza de ser descubierta por la verdad; para este fin, se emplea el drama: tramas complicadas, exaltación de las emociones y deseos, intrigas, etc. (González Fernández, 2005)


En la actualidad, la mentira se ha degradado a vulgaridad: ya no solo se miente a los demás, sino a sí mismo, el autoengaño en que viven las personas, rodeadas de imágenes ficticias y guardando las apariencias, consumidos por el consumismo, queriendo ser protagonistas de un drama sin fin; ¿para qué? ¿Estar a la moda? ¿Ser aceptado en un mundo deshumanizado? ¿Sobrevivir en vez de vivir? Esa es la gran tragedia humana, su enajenación voluntaria.



Desde una perspectiva filosófica, la mentira se identifica como esa falta de coherencia entre lo que se cree y lo que se dice que es verdad. Una persona no miente al decir lo que cree que es verdad, aunque no sea verdad; sino cuando dice algo que no cree sea verdad. Ahora bien, la veracidad y la falsedad dependen del concepto que se tiene sobre la verdad. ¿Y qué es la verdad?


Para una corriente de la filosofía, la verdad es aquello del enunciado que es verdadero si sucede el estado de cosas que expresa, con independencia de cualquier persona. Y para la teología, la verdad es la correspondencia o adecuación entre el enunciado y la realidad. De tal manera que la verdad tiene como fundamento la concordancia con la realidad. A esta concordancia de verdad y realidad podemos añadir su utilidad para comprender el mundo y dominarlo.


Dentro del cristianismo, la mentira es considerada un pecado. Así reza la Biblia en Éxodo 20: 16, “No darás falso testimonio contra tu prójimo.” También, Levítico 19:12, “Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios, yo Jehová.” Por lo que la mentira no corresponde a la actitud de un verdadero cristiano, o de quienes pretenden seguir a Dios. En cambio, la verdad y autenticidad de la persona es alabada, como se señala en Juan 1: 47, “Jesús vio venir a Natanael y dijo de él: He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño.” De tal manera, Jesús señala a un cristiano ejemplar, y deja clara su aprobación para quienes abrazan la verdad y rechazan la mentira. Este fue tema de interés para varios intelectuales cristianos, como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, quienes no fueron ciegos a la hipocresía de los devotos y la misma iglesia.


Respecto a la filosofía del lenguaje, la cual ha planteado que el ser humano se construye a partir del lenguaje, surgió la teoría de los actos de habla, como formas de hacer cosas mediante enunciados, precisa que para la comunicación eficaz deben existir ciertas condiciones como la sinceridad, la cual tiene su efecto en las creencias y sentimientos del hablante; su violación implica la no realización del acto de habla, la ruptura de su compromiso con lo que ha dicho, y esto conlleva finalmente a un infortunio, más aún si se realiza con la intención de engañar y perjudicar. (Vide Rodríguez, 2016)


Con lo anteriormente expuesto, se ha pretendido dar una idea más clara del concepto de la mentira, sus causas, características y consecuencias. Sin embargo, la mentira es un tema demasiado amplio como para exponerlo en tan pocas páginas y otro asunto relacionado que interesa exponer es la maldad del ser humano por naturaleza.


Dado que todo ser humano miente, que la mentira está censurada por la sociedad y el cristianismo como un pecado y un rasgo del mal, es pertinente preguntarse si el hombre es malo por naturaleza y acercarnos a una respuesta mediante la reflexión. Para lograr este fin, se exponen a continuación los pensamientos de varios intelectuales que abordaron el tema, especialmente de Xun-zi, cuyos razonamientos son un faro en la oscuridad de este mar de falsiloquios que me ahoga.


Xun-zi, un filósofo confuciano de la antigüedad y que fue rescatado del olvido recientemente, afirmó que la naturaleza del hombre es mala, maldad de la cual puede sobreponerse con el estudio y el entrenamiento moral. La teoría de Xun-zi se basa en la idea de que esta naturaleza del hombre está constituida por los deseos; estos deseos exigen ser satisfecho y con el objetivo de saciarlos, el hombre se acarrea problemas y entra en conflicto con otros. Según Xun-zi, los hombres primitivos eran egoístas y enemigos; sabiendo que es imposible no tener deseos, los sabios idearon los mecanismos para controlar estos impulsos y lograr la convivencia basada en el ejercicio de normas morales y el control de la mente, modelando el comportamiento mediante la disciplina. Ahora bien, la causa de que el hombre siga actuando equivocadamente reside en el hecho no esforzarse por ser sabio y virtuoso, puesto que todo ser humano tiene la capacidad de serlo. (Botton Beja, 1969)


De tal manera, pese a de que el ser humano sea malo por naturaleza, su bondad surge de un esfuerzo consciente, tal como lo expone Xun-zi al inicio del capítulo XXM traducido de su libro por Flora Botton Beja:

La naturaleza del hombre es mala y su bondad es fruto de un esfuerzo consciente. Por naturaleza, el hombre desde que nace ama su propio provecho, y si siguiera este impulso habría contienda y arrebato y se perderían a la vez la cortesía y la condescendencia. Desde que nace siente envidia y odio a los demás, y si diera rienda suelta a estos sentimientos, reinaría la violencia y se perdería la lealtad y la buena fe. Tiene asimismo, al nacer, apetitos derivados de los ojos y de los oídos; es decir, que gusta de sonidos y formas agradables, y si siguiera esta inclinación llegaría a la lascivia y el desorden y se perderían todas las normas de conducta moral y cortesía. De ahí que si el hombre se dejara llevar por sus impulsos naturales y sus pasiones, se comprometería sin remedio en la contienda y el arrebato, violando el orden establecido, confundiendo la razón y atrayendo la violencia. Es necesario que se opere un cambio en él por influencia de un maestro y que aprenda a seguir las normas de conducta moral y así llegar a la cortesía y la modestia, obedeciendo a las formas de la razón y de un orden establecido. (Botton Beja, 1969, p. 207)


Más adelante, Xun-zi explica la importancia de la enseñanza moral y las consecuencias de doblegarse a los instintos:


Una madera torcida necesita ser enderezada y sometida al vapor para que quede recta y al metal romo es preciso afilarlo para que quede punzante. Es así como la naturaleza del hombre, que es mala, necesita de las instrucciones de un maestro para rectificarse y de las normas de conducta moral para acatar el orden. Al no tener maestros ni leyes, los hombres se inclinan hacia la maldad y les falta rectitud; sino conocen las normas de conducta moral se vuelven rebeldes y violentos y no se someten al orden… Todo hombre que se deja influir por las enseñanzas de un maestro, que acumula erudición y sigue las normas de conducta moral, es un hombre superior; el que da rienda suelta a su naturaleza, sigue sus inclinaciones bajas y hace caso omiso de las normas de conducta moral, es un mediocre… El mediocre anhela ser importante, el feo anhela ser bello, el mezquino anhela ser un hombre de posición; todo lo que el hombre carece en sí mismo necesariamente lo busca fuera. (Botton Beja, 1969, p. 208, 211)


A esto añade otra ilustrativa reflexión para demostrar que la bondad es producto del ejercicio de la conciencia, las normas de conducta moral y las leyes que se han creado para dotar a la vida del ser humano de un orden que asegura su supervivencia, desarrollo y armonía:


Un alfarero mezcla la arcilla y modela una vasija, pero la vasija es un esfuerzo consciente del artesano y no de su naturaleza. Otro artesano puede tallar un pedazo de madera y produce un objeto, pero este objeto es el fruto de un esfuerzo consciente del artesano y no de su naturaleza. Es así como el ojo gusta del color, el oído gusta del buen sonido, la boca gusta del sabor, la mente gusta del provecho, el cuerpo gusta del bienestar y todo esto está en la naturaleza emotiva e instintiva del hombre, son sentimientos naturales y no es preciso hacer nada para provocar su existencia. Si algo no es instintivo ni natural y su existencia es provocada por el hombre, es un producto de un esfuerzo consciente. Esta es la prueba de que lo que existe por naturaleza y lo que es fruto de un esfuerzo consciente no son la misma cosa… Si la naturaleza del hombre fuera de por sí recta, equilibrada y ordenada, ¿para qué harían falta los reyes sabios y las normas de conducta moral? (Botton Beja, 1969, p. 211)


Xun-zi plantea la suposición de lo que sucede si se prescinde de un guía, la moral y el orden; la similitud con nuestra realidad caótica comprueba la certeza de sus palabras:


Supongamos que prescindimos de la autoridad del soberano y de la acción transformadora de las normas de conducta moral, que rechazamos el orden que imponen las leyes y reglas, que hacemos caso omiso del control ejercido por los castigos y observemos el comportamiento mutuo de los hombres. Los fuertes se impondrán a los débiles a fin de arrebatarles sus bienes, la multitud oprimirá a la minoría a fin de doblegarla, en un instante el mundo se convertirá en un caos en el cual reinará la destrucción mutua. (Botton Beja, 1969, p. 212)


Finalmente, Xun-zi distingue tres tipos de valentía por las que se puede distinguir a un sabio de un mediocre, así como los caminos que siguen:


Existe una valentía superior, una valentía media y una valentía inferior. Osar erguirse para que prevalezca la virtud perfecta del mundo, osar actuar en conformidad con el Camino señalado por los reyes de antaño, negarse a seguir a un soberano en una era de desorden, apartarse de las costumbres de la gente de una era licenciosa; aceptar la pobreza si reina la benevolencia, rechazar el honor y la riqueza si peligra la benevolencia; ser reconocido por el mundo, unirse a la alegría de los demás, al ser desconocido por el mundo; erguirse solo sin temor entre el cielo y la tierra; esta es la valentía superior. Respetar el decoro exterior, limitar sus deseos apreciar la sinceridad y despreciar los bienes materiales, tener el valor de apoyar y promover al que vale y no temer rechazar y mantener a distancia al indigno: esta es la valentía media. Descuidar su vida por amor a la riqueza, meterse en dificultades y esquivarse siempre a fuerza de palabras, no preocuparse por el bien y el mal ni por la sinceridad de sus sentimientos, tratando de imponer sus argumentos sobre los del adversario, esta es la valentía inferior. (Botton Beja, 1969, p. 217-218)


A propósito de la naturaleza malévola del humano, Maquiavelo y Hobbes la abordan desde un punto de vista político, dejando traslucir una realidad actual en países como el nuestro. Para Hobbes, siendo malo el hombre, pondrá en práctica sus ideas perversas en cada oportunidad que se le presente; y esto se podrá comprobar con el paso del tiempo, el cual nos revela tarde o temprano todo engaño y verdad oculta. El hombre, dada su necesidad de satisfacer su egoísmo, siempre insaciable, lo conduce a la guerra perpetua. Por su parte, Maquiavelo afirma que el hombre solo hace el bien por necesidad; mientras que, cuando hay libertad de actuar y elegir, todo es confusión y desorden. Además, Maquiavelo afirmó que todo gobierno está más allá del bien y del mal, por lo que cualquier medio es recomendable para conservar y engrandecer al Estado. Así, podemos comparar esta política tiránica con la dictadura nacionalista en Honduras, basada en el terror y la privación implícita de los derechos civiles, el control del Estado con dinero del narcotráfico y la complicidad con los Estados Unidos, los empresarios, los militares, la policía, la ley y la misma iglesia. ¿Cuánta sangre más derramarán estos dictadores para retener su insaciable deseo de riqueza y poder? (Sánchez Marín, 2014)


En suma, todas las personas fingen ser alguien que no son, cubren con una máscara su naturaleza malévola, hipócrita, prejuiciosa, egoísta y envidiosa; disimulan sus defectos, vicios, temores, ambiciones, sentimientos y pensamientos; ocultan la oscuridad de su pasado y presente. Sí, antes que expresar abiertamente su inconformidad con el mundo La inconformidad, prefieren mentir, engañar y fingir para parecer agradables y ser aceptados por la misma sociedad que aborrecen. De tal manera, esta inconformidad con el mundo proviene de la negación de su naturaleza humana.


La mejor manera de afrontar las adversidades del mundo es comprender, asumir, vivir la verdad, sea con gozo y dolor; pero destruir el engaño. Aceptar nuestra identidad, en todos sus aspectos (histórico-social, psicológico, cultural, existencial, etc.). Vivir con mesura y sabiduría para no vivir una vida ficticia. Dejar de ser un personaje estereotípico y abandonar la máscara; ser uno mismo, con sus defectos y vicios. Ninguno está obligado a fingir, nadie tiene por qué agradarle al mundo.


Tanto la filosofía como la teología tienen el poder y el deber de descubrir y combatir toda forma de mentira que resulte en daño para cualquier persona y la comunión entre sus semejantes.


El hombre es malo por naturaleza, su maldad mana de sus deseos, sus instintos y emociones; pero puede sobreponerse al mal con el estudio y el entrenamiento moral por medio del esfuerzo consciente, siguiendo las enseñanzas de los grandes maestros y hacer prevalecer la virtud.


Finalmente, puede estar justificada mi inconformidad con el mundo en este ensayo; lo cierto es que me he cansado de ser indiferente ante las sonrisas fingidas y tolerar las pláticas trilladas; me acongoja retorcerme en mis entrañas y únicamente estar esperando a que los días dejen de ser tan fríos y oscuros. La vida ya tiene bastantes problemas con nosotros y por eso les muestro mi cara, no una máscara. Sin embargo, mi intención es encender una tea dentro de la caverna de aquellos hombres primitivos y mostrarles el camino hacia el mundo real, ayudarlos a aceptar su verdadera naturaleza humana y romper la máscara que empaña esta vida llena de belleza, hacerlos reflexionar acerca de preguntas como las siguientes: ¿cómo puedo vivir en un mundo tan falso? ¿Es necesario que mentir, engañar y fingir? ¿Quién soy realmente? ¿Por qué no puedo ser yo mismo con los demás? ¿Qué prejuicios me impiden existir plenamente? ¿Acaso la mediocridad es un mayor bien que la sabiduría? Yo los invito a que dejen de ser payasos, se olviden del maquillaje, rompan el disfraz y lancen la máscara; que sean sinceros y auténticos, a que se esfuercen conscientemente por una vida de virtud y plenitud.


Escrito en Tegucigalpa, 17 de Junio de 2021


Edicion del texto: Federico Trejo Toro

Colaboraciones especiales.

Dibujo: Brandon Nufio

Fotografia y Animacion: Hector Akiza


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